Qué bien se está en este césped por las mañanas.
Escucho a los pájaros cantar, volando con gracia.
El cielo es perfecto en este otoño,
temperaturas suaves que empiezan como un logro.
Un segundo para estar,
para sentir y dejarse llevar.
Un momento donde poder disfrutar,
respirar aire fresco y comenzar a soltar.
Unas nubes de algodón
que en el cielo apenas veo dónde están.
Fundirse en este sentimiento
de gratitud y de esperanza, una vez más.
Hoy no indago, sino miro hacia fuera,
contemplando la belleza que me envuelve.
Las farolas se apagan
y el sol ya desprende una luz leve.
Los pájaros pian
como si intentaran dejarme un mensaje.
No tengo que entender nada
para saber que van a otras ciudades.
Se alzan en su vuelo,
en constante viaje.
Buscan y encuentran,
cuando la naturaleza les permite alimentarse.
Siempre cautelosos, pero atreviéndose
a un nuevo capítulo,
fluyendo en el aire.
Solo flotan,
como si de un cuadro se tratase,
en este hermoso paisaje.
No miran hacia ningún lado,
porque delante está su trayecto,
como parte de su peregrinaje.
Migran cuando deben,
sin importarles dónde estarán mañana,
puesto que hoy es su único aprendizaje.
Susurros del Alma
Virginia
